Por: Redacción.
Expectación y humildad: Preparar el corazón.
El Evangelio inicia mostrando al pueblo en expectación, buscando al Mesías. Este ambiente de espera refleja nuestra propia búsqueda de Dios. Como Juan el Bautista, estamos llamados a señalar a Cristo, reconociendo nuestra pequeñez frente a Él.
Juan nos enseña que la verdadera grandeza está en la humildad, en saber que no somos el centro, sino instrumentos para llevar a otros hacia Jesús. ¿Cómo preparamos nuestro corazón para recibir al Señor? ¿Reconocemos que Él es quien transforma nuestra vida?
El bautismo de Jesús: Identificación con nosotros.
Jesús, el Hijo de Dios, no necesitaba ser bautizado, pero lo hace para solidarizarse con nuestra humanidad. Se pone en nuestra fila, junto a los pecadores, para mostrarnos que Él no está lejos, sino cercano. El bautismo de Jesús nos recuerda que Dios se abaja para levantarnos. Él se identifica con nosotros para que podamos identificarnos con Él. En nuestro propio bautismo, recibimos el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús. ¿Vivimos nuestra vida como hijos amados de Dios?
El cielo abierto: Un nuevo comienzo.
El cielo que se abre durante el bautismo de Jesús simboliza la reconciliación entre Dios y la humanidad. Por el pecado, el cielo parecía cerrado, pero en Cristo se nos ofrece un nuevo comienzo. En el bautismo, también se abren los cielos para nosotros, y Dios declara que somos sus hijos amados. El Bautismo no es solo un rito, es el inicio de una vida en comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Somos conscientes del regalo que hemos recibido y de la misión que se nos confía como bautizados?
"Tú eres mi Hijo amado": Una identidad que nos transforma.
La voz del Padre resuena en el Evangelio: "Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco". Estas palabras nos revelan el núcleo de nuestra fe: somos hijos de un Dios que nos ama profundamente. En el Bautismo, esta misma voz nos llama por nuestro nombre y nos invita a vivir como discípulos que reflejan el amor de Cristo en el mundo. ¿Vivimos como hijos amados de Dios? ¿Cómo estamos compartiendo ese amor con los demás?
Ser testigos del Espíritu
El Bautismo del Señor nos invita a vivir nuestra fe con alegría y compromiso. Como Jesús, estamos llamados a abrir los cielos para otros, mostrando que el amor de Dios está al alcance de todos. Que al renovar hoy nuestras promesas bautismales, recordemos que somos ungidos por el Espíritu Santo, enviados a ser luz en el mundo y testigos del Reino de Dios.
Amén.
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